Han visitado tu página:

Mi experiencia con la ansiedad

El secreto para superar la ansiedad está en nuestro interior


Cuando me propuse empezar este blog pensé que lo que más quería era compartir con otras personas lo que me estaba pasando porque eso me hacía bien, pero luego descubrí que más que nada hablar de ello era una forma de ayudar a otros a saber que no están solos, que todo mejora, y que se puede salir de esto que nos pasa. Asi que ojalá quienes estén leyendo puedan sacar de este sitio algo que los ayude a superar la ansiedad y todo lo que ella conlleva o que puedan ayudar a alguien que la esté padeciendo.

Les voy a contar como fue mi experiencia con la ansiedad

La primera vez que sentí ansiedad no sabía lo que era. A mi me pasaba que me había cambiado el ritmo de la respiración. Respiraba mal todo el día, excepto cuando dormía. Sentía como que no podía respirar bien, plenamente. La sensación era como si no me llegara suficiente aire a mis pulmones. Me sentía cansada, agitada y con el pecho cargado, y junto con la alteración en el ritmo respiratorio me daba taquicardia o arritmias, o sufría palpitaciones. Todas esas sensaciones luego las supe reconocer como consecuencias de la ansiedad y de la preocupación extrema, pero lo que en ese momento no podía saber era de dónde provenía esta ansiedad ni cómo pararla. El no poder solucionar la situación me causaba aún más estrés y ansiedad, volviéndose mi día un infierno, y un círculo vicioso de mala respiración, miedo y pánicos.
...


Es así que empecé a "monitorear" mi cuerpo y mis sensaciones corporales. Comencé a tratar de individualizar los síntomas con el fin de controlarlos, de hacer parar lo que me estuviera pasando para volver a sentirme bien, pero eso terminaba siendo contraproducente porque me sumía en mi mundo interior, preocupándome en demasía por lo que me pasaba y me hacía peor. Estar tan pendiente de mi cuerpo y de mis sensaciones hacía que lo que ocurría afuera me pasara inadvertido y distraerme o dejar de pensar en ello se me hacía una tarea muy difícil.


Esto que les cuento lo padecí de manera agobiante por 3 o 4 años. Luego fui mejorando, pero para ello tuve que transitar varios caminos. El tiempo también fue un factor importante que ayudó a lograr mi evolución favorable, ya que hay que ser paciente y positivo y hay que apoyarse en nuestros seres queridos quienes nos cuidan y nos dan ánimos para seguir adelante. Guardarse todo lo que nos pasa definitivamente no contribuye a mejorar.

En el tiempo en que me sentía más agobiada, cada día cuando me levantaba lo primero que hacía era "chequear" cómo estaba, cómo me sentía. Como enseguida se me disparaban los síntomas de la ansiedad y yo tenía miedo a sufrirlos confirmaba con el malestar mi sospecha de que otra vez me encontraba atrapada por la ansiedad.  En el momento que los síntomas aparecían trataba de identificar los malestares y hacía más intentos por controlarlos. 
Como comencé a dudar si este padecimiento podía ser causado por alguna enfermedad o dolencia física,  empecé a consultar diversos médicos.


Así pasé por el clínico, el neumonólogo, el cardiólogo, me hicieron pruebas de capacidad pulmonar, electrocardiogramas, pruebas de esfuerzo o ergometrías, ecocardiogramas, radiografías y análisis de sangre  ¡y todos los resultados me salían bien!, lo que por un lado me tranquilizaba, pero por el otro, me causaba más inquietud porque no sabía qué me pasaba, cuándo se me quitaría y cómo se me quitaría, y por ello desconocía qué tenía que hacer para dejar de sentirme así.

Habiendo descartado todo lo de origen físico, acudí a psicoanalistas, a homeópatas, a especialistas en terapias de flores de Bach y algunas de estas terapias me ayudaron a manejar los síntomas un poco mejor. 
Luego consulté psicólogos especialistas en Ansiedad que me ayudaron a entender mejor qué me pasaba, me enseñaron qué podía hacer para manejar la sintomatología, pero nadie me podía explicar porqué me pasaba eso. Yo buscaba la razón de lo que me sucedía para poder dar con la solución.

Mi vida se centraba en tratar de encontrar alguien o algo que me pudiera o supiera ayudar. Mi atención estaba puesta en mi persona. Mientras padecía y aguantaba este agobiante malestar no podía dejar de hacer mi vida, así que con todo esto a cuestas iba a trabajar, a reuniones de amigos o familiares, tratando de estar bien cuando por dentro estaba sufriendo. Así, sin poder o querer contar lo que me pasaba para no aburrir a los demás (no olvidemos que hacía varios meses, incluso años que me pasaba lo mismo) vivía por ese entonces. Asustada, nerviosa, con miedo a estar sola, a sufrir un ataque de pánico, entendí que debía abrirme y contar lo que me estaba pasando. Así buscaba cuando fuese posible, la compañía de alguien conocido que viajara para el mismo lado para hacer el trayecto más llevadero y para contar con alguien en caso de que me sintiera mal. A veces evitaba ir a otros lugares luego del trabajo; sólo quería ir directo a mi casa porque estaba tan cansada y temerosa que quería sentirme a salvo.

Llegaba a mi casa totalmente agotada luego de una jornada completa de respirar mal, de tener el corazón desbocado, dolor en el pecho, opresión, etc. por lo que además me sentía culpable de tener que contarle a mi marido que me sentía, una vez más, igual que el día anterior. Culpable por no poder sonreír o disfrutar de mi vida, mi casa y mis cosas porque estaba siempre así, asustada, preocupada, triste y luego también irritable, sentía un peso en mi hombros que me hacía difícil pensar en que podía mejorar. La incertidumbre de cuándo se me iba a pasar era lo más feo y lo que más retumbaba en mi mente, copando mis pensamientos la mayor parte del tiempo.

Cuando creí que mis fuerzas se acababan y que estaba llegando al límite de mi capacidad para soportar tanto sufrimiento, empecé a ver un poco de luz, cuando por primera vez pude lograr distraerme haciendo algo que me gustaba y así, comenzar a dejar de monitorear el cuerpo y la mente.

Pude lograr eso porque consulté también un psiquiatra que me recetó ansiolíticos para poder sobrellevar y controlar la ansiedad y sus síntomas, y que me explicó como era el proceso de la ansiedad y del ataque de pánico. Todo ello me ayudó muchísimo, pero con el tiempo además comprendí que para entender qué nos pasa tenemos que buscar dentro nuestro, y a veces, para no abrumarnos, si no podemos hallar el motivo de lo que nos sucede, simplemente hay que dejar de buscar, relajarse y quizás algún día lo descubramos. La solución no siempre viene de la mano de conocer la causa, sino de saber entendernos, perdonarnos y conocernos más. Así como el problema proviene de nuestro interior, también la solución. 

Luego de 7 años, he mejorado muchísimo, he recuperado mi vida casi en un 100%, aunque a veces tengo recaídas porque la vida nos da sorpresas (a veces no tan lindas) y en esos momentos uno cae en lo que la mente alguna vez estuvo acostumbrada; pero del mismo modo se puede salir de nuevo y más rápido posiblemente porque ya hemos pasado por esto una vez y lo hemos superado. La mente y el cuerpo tienen memoria.

Lo que suele pasarnos cuando estamos sumergidos en este círculo vicioso de miedo y ansiedad es que nuestro foco de atención está en el lugar equivocado. Nos aferramos a la misma idea pesimista que no nos lleva a ningún lado bueno, por el contrario, nos tira para abajo o nos lleva para atrás, pero nunca para adelante. Por eso tenemos que buscar lo positivo, lo bueno de cada día, de cada persona, y sobre todo de nosotros mismos y construir con esa base nuestra mejoría.

Se puede decir que conocerse y comprenderse a uno mismo es, la mayoría de las veces, tan difícil o más que hacerlo con los demás, por eso constituye un desafío que es más que aconsejable afrontar.

Soltar...

Una de las claves para empezar a sentirnos mejor es aprender a soltar... A soltar lo malo, lo negativo, las preocupaciones innecesarias, las exageraciones, el querer vivir cualquier momento menos el presente. Cuando podamos vivir plenamente el presente, es cuando vamos a empezar a sentirnos más livianos, más libres, logrando la paz. 
A muchos nos da miedo dejar lo único que conocemos porque tememos sentirnos perdidos, a la deriva, pero no hay nada que temer. Ese es justamente el momento para realizar un cambio en nuestras vidas, el punto de despegue. El cuerpo nos está mostrando con todas esas señales (síntomas) que hay algo que no está bien en nuestra vida y que necesita de nuestra atención para cambiar y mejorar.

Esa actitud de comprensión hacia nosotros mismos, de aceptación hacia nuestra ansiedad y, a su vez, de acción hacia el cambio, comienza a guiarnos hacia la paz interior, la relajación y el tan deseado y buscado disfrute de nosotros mismos y de nuestra vida. Para lograr esta paz y este bienestar, del alma y del cuerpo, es necesario dejar las resistencias y aprender a soltar. Dentro nuestro, en lo más profundo de nuestro ser, al que a veces desconocemos por no prestarle suficiente atención, es donde está la solución y la paz con la que venimos al mundo y que perdemos, a veces, en el camino. Dejemos de buscar la solución solamente en el exterior.  Dejémonos llevar por esa paz que tenemos dentro, acariciemos nuestro ser, nuestra mente, acunemos nuestros pensamientos, no nos juzguemos tan severamente, aprendamos a querernos, aceptémonos como somos. Así comienza el camino hacia la armonía del espíritu.


Comentarios

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario!

Entradas más populares de este blog

Otros trastornos

Causas de la ansiedad